RUTA CAUCA:

ASOCIACIÓN NASA CHJAMB – VILLA MERCEDES

“La finalidad que nosotros tenemos como indígenas es tener un margen de desarrollo [a través] del objetivo que queremos llegar que es el desarrollo sostenible (…) La falta de conocimiento es la destrucción de un pueblo, de las veredas, del hogar, de la juventud, de la situación del país en que atravesamos (…) La paz debemos comenzar a cultivarla desde las plantas. Si yo cultivo plantas, si yo trabajo, estoy hablando de Paz.”

Desarrollo sostenible y ancestralidad: Villa Mercedes, un ejemplo de etnodesarrollo y resiliencia comunitaria en medio de la adversidad.

trochadepaz

30 de agosto de 2024

Lo que más nos sorprendió de la vereda Villa Mercedes fue la convicción con que sus habitantes coexisten alrededor de sus tradiciones ancestrales, pero, a la vez, integran elementos modernos como la tecnificación de cultivos, lo cual no es una traición a sus formas de vida sino, por el contrario, una potencialización de las mismas. Niños y niñas jugando alegremente, hablando en Nasa Yuwe, su lengua natal, los adultos con proyección de liderazgo, preocupados por la educación y el bienestar de los jóvenes, un aura de amistad, seguridad, confianza, lazos afectivos y familiares, etc., son características que perfilan aquel pequeño poblado como un ejemplo de etnodesarrollo en donde las maneras fundamentales de existencia colaborativa cobran entera luminosidad.

Es así que, en el noroccidente del municipio de Piendamó se encuentra esta vereda de Villa Mercedes, un acogedor poblado de unas 69 familias en donde se asienta una comunidad Nasa proveniente del resguardo indígena del Huila, en el municipio de Páez, región de Tierradentro, al oriente del Cauca. La comunidad fue víctima de desplazamiento forzado a causa de la violencia del conflicto armado, pero también de las inclemencias de la naturaleza: la avalancha del 2008 en Páez y Belalcázar los obligó a desplazarse al igual que muchas otras familias que ya habían sufrido los estragos de la avalancha de 1994 que, pese a su menor magnitud, se trató del segundo terremoto más mortífero en la historia de Colombia.

La comunidad inicialmente se estableció en la vereda Matarredonda, en donde vivieron cinco años en cambuches improvisados, padeciendo toda clase de necesidades.

Posteriormente, en el 2013, se trasladaron al actual lugar donde residen, la vereda Villa Mercedes que, en palabras del gobernador era “un terreno de 5 hectáreas de puro rastrojo”. Comenzaron a cultivar la tierra y a construir las casas, apoyados por organizaciones solidarias, fundaciones y entidades gubernamentales que donaron materiales de construcción, computadoras, redes de alambre público, insumos médicos, un salón comunal y un parque infantil, aparte de promover el bienestar y el progreso tecnológico en el campo. Así es como nace la asociación Nasa Chjamb (gente de pueblo), cuyos convenios con el SENA han sido fundamentales para proyectarse hacia un proceso de tecnificación agrícola que le apuesta al desarrollo sostenible.

Asociación Nasa Chjamb – Villa mercedes
Foto: Trocha de paz 2024
 

Tras desviarnos de la Panamericana y recorrer un pequeño tramo de carretera, entramos a aquel pequeño poblado, nos recibió un pequeño cartel de madera que ponía “Villa Mercedes”. Bajamos del automóvil y el frío de la mañana se entremezcló con las armónicas edificaciones que circundaban aquel espacio. Una Iglesia cristiana se alzaba en el centro, justo al frente de un extenso montículo de tierra que conectaba a los caminos entre sí. Después nos enteramos que el montículo era utilizado para el tiempo de recreación de las familias, además de los eventos anuales de integración que realizaba la comunidad para hacer un balance y buscar alternativas de mejora. Al frente de la Iglesia nos dio una cálida bienvenida el gobernador y representante legal de la asociación Nasa Chjamb, el señor Marco Tulio Cuspián. Rápidamente se apresuró a guiarnos y dar un recorrido por la comunidad. La primera parada fue en el colegio, un pequeño pero acogedor establecimiento con varios salones en el que estudian 150 estudiantes de preescolar a once. Llevan cinco promociones y algo a destacar es que no todos los alumnos son del territorio, lo que demuestra un profundo compromiso con la educación de los más pequeños.

El enfoque agrícola de la escuela permite que los estudiantes puedan trabajar en huertas comunitarias en donde aprenden a cultivar toda clase de alimentos como habichuelas, frijoles, maíz, café, alverja, yuca, sábila, arracacha, plátano, árboles frutales como guayabas, naranjas…, etc. La educación tiene como propósito fortalecer el tejido familiar, evidenciando la importancia de la vasija de barro que se sostiene en tres piedras sobre el fogón, además de la flauta y los tambores que acompañan las reuniones familiares. La asociación no recibe recursos de la alcaldía ni del CRIC, por ello adquiere especial interés el aprendizaje integral como único camino para lograr el desarrollo sostenible y el autosustento en la comunidad. El gobernador enfatiza en la importancia de la educación en todos los sentidos, tanto en lo económico como en lo espiritual:

“[El] fundamento es la educación. La unidad cultural debe reflejarse en la paz, la armonía, las cosas con rabia no se logran, de nada nos sirve hablar de armonía si no se ve. Si hablamos de paz llegan buenos pensamientos, buena producción (…) La cosmovisión indígena es vida, es para alcanzar la luz, llegar al objetivo (…) desde los más pequeños hasta los más adultos, para que nosotros, en últimas, tengamos una verdadera comunidad como la que estamos planteando.”

Enfrente de la escuela había una mediana cancha de fútbol en donde algunos niños y niñas jugaban al famoso “metegol”. Los profesores observaban atentos mientras nos dirigíamos a una parcela de cultivos de sábila ubicada en el patio trasero de una casa, pues es tradición cultural en los Nasa el que cada hogar cuente con una huerta o tul, con el fin de garantizar la soberanía alimentaria de todos los miembros de la comunidad. La transformación de la planta de sábila es uno de sus productos principales (junto al café y el tomate de mesa), gracias a las capacitaciones han podido sacar de la planta derivados como champús, yogur, tortas y vino, sumado a cosméticos y prendas artesanales como bolsos, chumbes, ruanas y sombreros. Innovaciones que les permiten emprender e insertarse en el mercado local en tanto que se ofrecen productos de calidad bajo el sello de una comunidad de desarrollo.

Y es que los centros de formación integral han sido fundamentales para que de la asociación surjan biólogos, agrónomos, administradores, etc., y sobre todo, líderes dispuestos a mejorar las condiciones de vida de su comunidad, cuya visión optimista del futuro los posiciona en el pináculo del desarrollo integral, cimentado en una fuerte y alegre red de cooperación en donde íntimos vínculos son más importantes que una lógica de competencia desleal. De igual modo, el liderazgo femenino ha sido crucial en el crecimiento de la asociación, su rol en las juntas y asambleas o lo que llaman “mingas de pensamiento”, ha inyectado otro enfoque al ejercicio de la acción solidaria y la seguridad alimentaria, en donde el fortalecimiento de la lengua materna y el espíritu emprendedor y de innovación van a la cabeza. Así es la reflexión de la maestra de ciencias sociales acerca de transmitir ese conocimiento a la generación venidera:

“Buscamos que las semillas (los niños) sean superiores, sean diferentes en las labores que vayan a ejercer, que no sufran necesidades (…) Superiores en la unidad, en generar paz, [construir] una comunidad sin conflictos. La paz no viene de afuera, sino que es construida por nosotros mismos, por los símbolos de nuestra historia, artes, artesanías…”

Asociación Nasa Chjamb – Villa mercedes
Foto: Trocha de paz 2024
 

Durante el almuerzo, la enfermera Loida Judith Quebrada Cuspián nos explicó sobre el importante proceso de transformación de plantas medicinales que realiza la asociación. Las plantas con las que trabajan son la ruda, la manzanilla, el cedrón, el laurel, tomillos, oréganos, etc., las cuales requieren de un tratamiento de secado y de un espacio adecuado para su almacenamiento y empaque, aspectos que exige la certificación INVIMA. 

 

Posteriormente, nos dirigimos al sendero de la comunidad, construido para suplir la demanda de alimentos. Tiene una anchura de metro y medio y caminar por él transmite una suave sensación de placidez, pues está rodeado de árboles quindianos y del aroma de los cultivos de café (especialmente semillas de Castillo Tambo), así como de las cosechas de mandarina, guayaba, pera, tomate milano, aguacate, limones, frijol de alado, etc. Pasamos por un invernadero de café y de tomate de mesa, y llegamos al “punto de guaduas”, lugar armonioso donde se reúnen los coordinadores cada año para hablar de paz.

Seguimos recorriendo el sendero, al cual cada vez más, el bosque lo iba absorbiendo y colmando de una trascendental parsimonia. El sonido de las pequeñas quebradas que nos encontrábamos, así como de los insectos y de las aves, elevaba nuestro estado de ensoñación hacia un mundo que no sospechábamos que existiese, en donde lo simple y lo extraordinario se unen para recordarnos de la magia de nuestras raíces. Nuestra última parada se dio en un claro de bosque, adornado con dos bancas de guaduas. El poder de la naturaleza llevó a que el profe de música sacara su guitarra y entonase una bella melodía en lengua Nasa Yuwe. El gobernador nos explicó que aquel lugar era un espacio de reflexión en el que las ideas florecen y entran en conexión con la naturaleza.

Marco Tulio y todos los presentes recordaron aquellos tiempos difíciles en que la comunidad tuvo que vivir de aguas residuales. Ahora se alegran por cómo han sabido salir adelante y en un futuro cercano aspiran a que el poblado se convierta en un entrenamiento piloto para que más comunidades lo tomen como modelo, aprendan y puedan replicarlo en sus territorios.

“[Tenemos que] aprender de nuestros antepasados de hace 3000, 4000 años, cómo desde el sufrimiento llegaron a ser comunidades de avanzada (…) La naturaleza nos provee de todo lo que necesitamos, ella es una madre, nos invita a cuidarla (…) Se lucha por el bien de la niñez, por la armonía de las generaciones (…) Florecemos y marchitamos. Seca está la yerba, seca está la flor, pero la palabra permanece.”

VIDEO CLIP RUTA CAUCA: NASA CHJAMB

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NUESTRAS MEMORIAS

RUTA CAUCA

Trocha de paz – Ruta Cauca, es un recorrido por procesos comunitarios, organizativos y solidarios que están transformando el departamento del Cauca. A través de nuestras publicaciones, destacamos las iniciativas locales en municipios como Popayán, Timbío, Paletará, Morales y Tunía, poniendo especial énfasis en prácticas como la apicultura, la caficultura, y la sericultura, así como en la preservación de la sabiduría ancestral y la educación propia. También abordamos el trabajo colectivo de mujeres, el cuidado de las semillas y la soberanía alimentaria, ofreciendo una visión integral de cómo estas actividades contribuyen a la construcción de paz y fortalecen la cohesión social en los territorios.

Cada entrada busca visibilizar el esfuerzo y la creatividad de las comunidades en su camino hacia un desarrollo sostenible, explóralas a continuación:

POPAYÁN

Federación

campesina del

Cauca

TIMBÍO

Asociación de mujeres

COLTESEDA

PIENDAMÓ

TUNÍA

Resguardo de

Villa Mercedes

MORALES

Asociación

APIMORALES

PALETARÁ

I.E. Resguardo de

Paletará

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PAZ ALTO CAUCA

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