Un mural sobresale de la fachada principal: militares que enfundan armas e instituciones de poder a la sombra de un gran cuervo que mira con desdén, detrás de un alambre de púas sobre el cual se posan más cuervos. Al lado derecho del observador continua el mural con el rostro de dirigentes campesinos, además de fotografías en blanco y negro que dan cuenta de un oscuro pasado de represión, pero también de una fuerza congregatoria que se resiste a desaparecer de la historia.
Al otro extremo del mural el semblante firme de Alejandro Jojoa (padre fundador de la FCC) resalta en cálidos colores justo debajo de una consigna: “Resistir, persistir, insistir ¡y nunca desistir!” Como empujado por una fuerza invisible, Eiver se posiciona junto al mural y empieza a relatar frente a la cámara la historia de sus antecesores: en los 70’ inicia un proceso de formación de líderes agrarios gracias a los talleres de CETRAC que, dadas las precariedades de la vida en el campo, fomentaban el cambio social. Con ello empieza la política de recuperación de tierras, las cuales estaban en manos de poderosas familias terratenientes, dando inicio a un ciclo de represión y violencia en donde muchos campesinos fueron engañados, calumniados, perseguidos, encarcelados y asesinados. En los 80’ se fortalecieron los sindicatos agrarios con el apoyo de FANAL Nacional y Fitpas; la federación se enfocó en la producción de las tierras recuperadas (35.000 hectáreas), así como en la tecnificación, la organización comunitaria y la economía local por medio de comercializar los productos (café y panela principalmente). No obstante, el asesinato de líderes como Agapito Chagüendo y Eliecer Camayo en 1982, y Berta Cecilia de Jesús en 1988, produjeron miedo y desolación ante el futuro de la organización.
En los 90’ la FCC logra ingresar al mercado justo, siendo este un movimiento mundial que reconoce al pequeño productor y establece un precio justo entre las partes. Eiver se enorgullece al referirse a la certificación Fairtrade Internacional que recibió la federación en 2001, y que les permite ser parte de una red de cooperación nacional e internacional conformada por distintas organizaciones dedicadas al fortalecimiento de la agricultura desde parámetros de producción orgánica, diversificación y cuidado del medio ambiente. Desde entonces la federación ha venido trabajando con su producto estrella: el café. Esta se encarga de representar a los productores (más de 600 familias campesinas) en el mercado, a las que se les capacita para mejorar la producción, a la vez que les da la oportunidad de pertenecer y juntar lazos en una comunidad campesina. Eiver nos invita entrar a la planta de producción, una edificación levantada con enormes lonas negras sobre un tejado de zinc:
“Venimos trabajando [con una] caficultura que sea responsable con el medio ambiente y se adapte al cambio climático, y es por eso que hay políticas productivas dentro la organización que son fundamentales. Está la política de cero usos de agrotóxicos, la política de diversificación de fincas y la política de todos los cultivos de café bajo sombra e incursionar en una transición hacia la ecología.”
En el 2014, la federación toma la decisión de no utilizar más agrotóxicos con el fin de preservar la vida de los recursos naturales y de la salud del suelo, así como la salud de los campesinos, quienes solían padecer graves enfermedades crónicas por la manipulación de sustancias tóxicas. Con este propósito, y en el mismo año, se construye la planta de abonos orgánicos, la cual también ha fungido como un espacio de formación campesina.
Entramos y la administradora nos explicó con particular entusiasmo las funciones de la planta: desde la recolección de materias primas y la elaboración de productos, hasta el empaquetado para salir a la venta. En acuerdos colaborativos con la alcaldía y otras organizaciones, la planta maneja residuos orgánicos como el rumen que viene de las plantas de sacrificio y los estiércoles que se producen alrededor de las fincas, sumado al reciclaje de otras materias primas como la leche y el suero. Aquellos productos son transformados en un abono estabilizado con las condiciones que se requieren para los cultivos. Proceso facilitado por la creación de un laboratorio de microbiología hace dos años, el cual realiza fermentaciones específicas con microorganismos específicos del territorio para introducirlos en la fermentación del café. El laboratorio también efectúa diagnóstico de suelo y ha sido fundamental para que la federación reciba perfiles de tasa en el café diferenciado, pues aquel café es de una excelente calidad a nivel microbiológico, como lo demuestra la escuela de catación que también opera en la planta.
Nos quedamos deslumbrados ante la complejidad de saberes y ante el nivel de formación no solamente técnico, puesto que aquellos campesinos daban cuenta de un profundo sentido de comunidad y de respeto hacia la naturaleza de la que son parte. Los jóvenes habían recibido educación universitaria y habían colaborado en emprendimientos que ahora ayudan a mitigar el desequilibrio en el territorio por el uso excesivo de fertilizantes de síntesis químicas, venenos y la propagación de plagas y enfermedades. La línea de nutrición y salud de suelos y plantas de la federación, apunta a enriquecer de nutrientes la diversidad de cultivos, en especial los de café, así como al sector pecuario, cuya intención reside en que el ganado no dependa únicamente de concentrados comerciales para su alimentación.